domingo, 22 de agosto de 2010

Colonia. De romanos y otras costumbres.


Colonia es una de las ciudades más bulliciosas de Alemania. A los amantes de las teorías les gusta decir que el regocijo de sus gentes se debe más a la sangre romana que corre por sus venas, que al influjo de cualquiera de las tribus germánicas que pasaron por aquí. Y razón no les falta.

Si echamos un vistazo a la historia de la ciudad, llegaremos a la conclusión de que la teoría no es del todo descabellada, aunque la mayoría de los oriundos ni sepan que el nombre de la ciudad, Köln en alemán, viene de “Colonia Claudia Ara Agrippinensium”, en honor de Agripina, madre de Nerón y esposa de Claudio.

Pero siguiendo con el carácter de su pobladores os diré, que independientemente de la época del año, las calles siempre están rebosantes de vida y las zonas comerciales, intransitables en horas punta, son un hervidero de gente de todas las nacionalidades.

Cuando el tiempo no acompaña, tampoco se quedan en casa, algo entendible. Aquí, el clima es de espanto y si fueran sensibles a él, tendrían que quedarse la mayor parte del año encerrados entre cuatro paredes.

En situaciones extremas de lluvia, frío o nieve no se dejan amedrentar y se ponen a buen recaudo en alguno de los numerosos bares o cerveceras que salpican la ciudad. El fin de semana estos locales suelen estar tan concurridos, que resulta difícil encontrar una mesa libre. Al que no le importe compartir, le diré que en estas situaciones, resulta bastante normal acercarse a una de las mesas dónde todavía hay un par de sillas vacías y, con el beneplácito de sus ocupantes, sentarse y compartir espacio y a veces charla.

En esto hay que ir con medida, como en todo,, H veces que el espacio es suficiente para compartir y otras es las que se producen situaciones ridículas, como la de ayer, cuando dos señoras, sin ningún decoro, se empeñaron en ocupar dos sillas en medio de una gran mesa familiar, sin que nadie se atreviera a decir no.

A mí ésta práctica es una de esas cosas que me sacan de quicio y que además no entiendo, pero la sufro sometiéndome a ese principio de “allá donde fueres haz lo que vieres” y aunque me libro muy mucho de ser yo la iniciadora de semejante trámite, suelo acceder a que cualquier desconocido que lo desee comparta mesa conmigo. Así he llegado a conocer de todo, jubilados, estudiantes, madres e hijos, médicos, diplomáticos y peluqueros y comentado con ellos, las maravillas culinarias que nos estábamos llevando en ese momento a la boca.

Y como la cerveza corre siempre a una velocidad de vértigo, pasados unos minutos se te olvida la falta de intimidad y te contagias inmediatamente del buen humor que se respira en esos locales. Allí verás de gente de todo tipo y edad, también grupitos de amigas octogenarias que levantan su Kölsch con una gracia que tumbaría al cualquier universitario más entrenado.

Al que le apetezca vivir este ambiente, le recomiendo visitar alguno de los locales del Casco Viejo, junto al Rin y sentarse a disfrutar de una buena cerveza y una buena salchicha o codillo. Encontraréis sitios donde podréis pedirlo por metros: 1 metro de Kölsch y un metro de Bratwurst con Sauerkraut, Kartoffelsalat o Bratkartoffeln, umm… absolut lecker!

Aquí queda mi recomendación:

La Brauhaus Sion, tiene las mejores salchichas de la zona, recomiendo una ahumada, la Mettwurst.