domingo, 19 de septiembre de 2010

De pudor y médicos

El otro día me tocó ir al médico.

Tantas horas delante del ordenador me han ocasionado algunos problemas musculares, nada del otro mundo.

Pase a la camilla y descúbrase la parte superior, me dijo, yo vuelvo en seguida.

Mientras él salía a buscar el ultrasonido, me quité la camisa, el pañuelo que llevaba al cuello y me quedé sentada muy quieta, mirando la puerta y alternativamente el michelín que en semejante posición me hacía el pantalón vaquero justo en el ombligo.

Entró el médico arrastrando el aparato y en ese preciso momento, recordó que yo era española. Qué emoción le entró, qué oportunidad para hablar de las maravillas del norte, de las playas, de las montañas, de esa gastronomía sin igual, de los campos de golf en Andalucía, de los caballos, de esto y de lo otro, mientras yo, con más resignación que vergüenza seguía sentada en aquella camilla, con los brazos cruzados, medio desnuda, preguntándome si aquello era el entorno natural para una conversación entre dos desconocidos, teniendo además en cuenta, que uno iba con bata blanca y zuecos y la otra con el torso desnudo y con un sujetador de cuadritos de vichy.

Realmente no sé si esta situación me hubiera sorprendido años atrás, cuando viví mi primera etapa en el país. Recuerdo que la desnudez en la consulta del médico era algo normal, a no ser que estuvieras aquejada de una simple gripe, en cuyo caso, con sacar la lengua, valía.

En aquella época, tenía una ginecóloga adorable que me hacía las revisiones periódicas. Tenía un enorme despacho, con una especie de probador donde tenías que dejar tu ropa. Lo malo era, que no había ninguna bata con que cubrirse y tenías que atravesar el consultorio, en cueros, hasta alcanzar la camilla que se encontraba en la esquina opuesta.

Las malas lenguas decían que era lesbiana, como si esto fuera un indicador de algo.

Así que haciendo repaso, recuerdo haberme paseado desnuda por la consulta no sólo de la ginecóloga sino también del ortopeda del pueblo vecino, quien todavía fue más lejos y me solicitó una caminata por el consultorio, en ropa interior, mientras él se colocaba a mi espalda intentando adivinar un error en mis movimientos. La verdad, tener a un desconocido, aunque sea médico, mirándome fijamente la retaguardia, no me pareció el mejor plan del mundo.

Sin embargo, cuando llegué a México me di cuenta de que las cosas podían ser diferentes, pero que muy diferentes.

No recuerdo una consulta a la que haya acudido, en la que el médico no estuviera acompañado por su enfermera, a no ser de nuevo, que la cuestión consistiera en sacar la lengua o hacer un análisis de sangre.

Entonces me resultó curioso, casi sorprendente, que el ortopeda me recomendara llevar pantalones cortos para hacer la exploración y que el ginecólogo siempre estuviera acompañado por personal femenino cuya única función era la de testigo. Inmediatamente me imaginé maridos coléricos disparando al aire y celosos patológicos amenazando al pobre médico por una inyección puesta en sálvense las partes.

Mis pensamientos regresaron de golpe cuando el Dr. Schumann se despedía con un agradable apretón de manos. Abrió la puerta y me dejó, sin saberlo, a la vista de todos los pacientes que esperaban en el mostrador de la recepción. No pestañeé, no me asusté, con un movimiento rápido, alcancé la camisa y me cubrí. Qué tarugo, pensé.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, Celia.

Vaya, qué poco tacto tuvo ese médico. Supongo que te llevarías un mal rato. Con lo avanzados que están ahí, deberían tener mas cuidado con esas cosas. No todo el mundo es igual, ni reacciona de la misma manera. Supongo que cualquier otra persona, en tu lugar, hubiese montado "un pollo" de escándalo. En fin.

Y cambiando de tema, te comento que ayer hicimos la kedada en Bilbao. Hicimos una visita guiada al Guggenheim, después comimos en una cervecería cercana, y por la tarde tomamos un par de potes. Estuvimos muy a gusto, aunque fuimos poquitos.

Un abrazo enorme, guapa

Celia Ruiz dijo...

Hola Jose,
ya me había dicho Josetxo lo del encuentro de blogueros.
El plan no estuvo nada mal, a ver si envías fotos por mail.
Un abrazo!

Josetxo dijo...

Hola Celia,
ya veo la frialdad tan similar a la sajona en lo que dices de tu medico. Eficiencia sin sentimientos.
La kedada estupenda y fotos muchas, de las que te hare llegar alguna por mail....
Abrazo
Josetxo

Celia Ruiz dijo...

Hola Josetxo!
me alegro mucho de ese encuentro.
Espero las fotos
Un abrazo y feliz regreso a Australia, aunque todavía te quedan una semanas!

Susana dijo...

Y los de la sala de espera... estaban vestidos?