jueves, 25 de agosto de 2011

del regreso de Samos y de Air Berlin


Ayer me despedí de la isla griega de Samos y de unas semanas de calma y sol. De aguas de todos los azules y cielos claros, de pequeños pueblos escalonados en las montañas, de los  manteles de cuadros, del ouzo y del café dulce con posos, de las tertulias a las puertas de las casas y de las mujeres de luto. Días de reposo con tiempo para perder y recuperarse de un frío verano en la Colonia Agrippinensis.

Del viaje, ya iré contando.

Llegué al aeropuerto con una temperatura que me había tenido aplanada durante todo el día, pero que disfruté con el convencimiento de que iba a pasar mucho tiempo hasta que el calor me hiciera protestar de nuevo.
En la entrada de la terminal había una pareja de turistas, borracha. De aspecto relativamente normal, luchaban por mantener la cabeza erguida y tenían pinta de haberse pasado el día -y la noche anterior- celebrando a lo grande. La cosa no tendría mayor importancia si no hubieran tenido con ellos a su hijo de unos 5 años que no hacía más que enredar en el bote de basura y beberse -previo consentimiento de papá- los restos de refresco que encontraba en las botellas.

Seguí hasta el mostrador de Air Berlin, donde ya estaban repartiendo malas noticias. Nuestro vuelo tendría un retraso de 3 o 4 horas. Estaba visto que la providencia empezaba a jugar sus bazas.

Este retraso suponía llegar a Berlín de noche y sin tiempo para conectar con el vuelo a Colonia. Lo peor es que me iba a tocar esperar en un aeropuerto pequeño y nada preparado para la diversión o la compra compulsiva de perfumes o barras de labios.

¿Y por qué justamente nuestro vuelo? -me pregunté morada de envidia cuando los demás aviones continuaban su camino. La mala racha comenzó ya en Berlín, contó más tarde el capitán. El avión con destino a Samos tuvo que aterrizar inmediatamente después del despegue, porque el ordenador de a bordo no funcionaba. Como llevaban el depósito lleno, tuvieron que sobrevolar la ciudad hasta que el consumo de gasolina permitiera un aterrizaje seguro y perdieron mucho tiempo.

Cambiaron de máquina y partieron de nuevo. Cuando los pasajeros –incluido el gafe- ya habían olvidado el susto, volvieron a cruzar los dedos, porque en el momento del aterrizaje en Samos, se apareció una cabra que andaba perdida y el piloto tuvo que abortar la maniobra a pocos metros de la pista. El que haya vivido esto sabe que el susto es sensacional. Yo, que estaba sentada matando el tiempo en la terminal, me pregunté que serían esos aspavientos de un grupo de pasajeros que se apelotonaban en los ventanales de la sala de embarque y miraban atónitos la pista.

Subí al avión ajena a todos estos percances y no me hubiera enterado nunca si el capitán no hubiera sido tan dicharachero.

El vuelo de regreso fue tranquilo y el avión aterrizó a las 11 de la noche en Berlín. Entonces pasó algo que me hizo pensar que el gafe estaba entre nosotros, porque pasaba el tiempo y las puertas del avión no se abrían. Los operarios del aeropuerto –dijo de nuevo el capitán- no se habían enterado de que ya estábamos en la pista y por tanto no habían colocado la escalera de salida.

Ahí sí me preocupé. ¿Cómo era posible que el aeropuerto no supiera que acabábamos de aterrizar?, ¿cómo habíamos llegado hasta allí?, ¿fuera del radar, despistando a los controladores, o invadiendo sin permiso el espacio aéreo? Estas preguntas y otras quedaron sin contestación, porque el mostrador de Air Berlin ya había cerrado. Afuera esperaba un chófer de la compañía con cara de yo-no-tengo-culpa-de-nada que nos trasladó al hotel.

A ver si el consejero delegado de Air Berlin, Joachim Hunold, saca al gafe antes de retirarse del cargo en septiembre. En el próximo mostrador, haré la sugerencia.

2 comentarios:

TxeTxo dijo...

...pero al final llegaste Celia, aunque fuera un poco tarde. Es peor tratar de viajar desde cualquier parte de Espania o del mundo, a Vitoria-Gasteiz, en avion, claro esta, pues tal servicio no existe...ni de dia ni de noche ni a ninguna hora...y no es una islita encantadora...es, segun quieren hacernos creer,... "la capital del Pais Vasco"...Que risa!!... ah!! y en el 2012 la Capital Verde de Europa!! TOMA!

Celia Ruiz dijo...

Josetxo, me has hecho reír. A Vitoria parece que le dan títulos, pero no infraestructura "capitalina".

Un abrazo hasta sydney