Esta mañana he ido de tiendas por la zona peatonal del centro. Aunque el país goza de una economía envidiable y la gente gasta como nunca, las tiendas llevan ya varios días de rebajas, medida que ha contribuido a enloquecer todavía más al personal, que ha aprovechado el buen tiempo para hacer las compras navideñas y no dejar títere con cabeza.
Los músicos andaban tocando en sus esquinas habituales un tanto desconcertados, porque el intenso tráfico no parecía repercutir en su beneficio. Avanzar a oleadas se hacía difícil y por tanto nadie se paraba a escuchar y mucho menos a depositar unas monedas.
La explanada de la catedral estaba imposible. Frente a la entrada me he encontrado al grupo habitual de artistas callejeros, tipos de medio pelo disfrazados con muy poca gracia. Pasan el rato subidos en una peana y animando a la gente a echar un donativo. El periódico local informaba estos días que están “contratados” por una mafia rumana y que todas las mañanas a las 9:30 hacen cola en el banco de la estación central para transferir a los capos la mayor parte del botín.
Para evitar que las hordas enloquecidas me arruinaran el día, me he refugiado en el Lichtenberg, un bar que me encanta. La recomendación del día era rollo de patata con col gratinado y acompañado de ensalada de invierno. Aunque lo de “invierno” no lo he llegado a entender, estaba buenísimo. El local y la comida son totalmente recomendables, además el personal es encantador y no muerde nunca, lo que es de agradecer en estos tiempos que corren. Si probáis, ya me contaréis.
Los músicos andaban tocando en sus esquinas habituales un tanto desconcertados, porque el intenso tráfico no parecía repercutir en su beneficio. Avanzar a oleadas se hacía difícil y por tanto nadie se paraba a escuchar y mucho menos a depositar unas monedas.
La explanada de la catedral estaba imposible. Frente a la entrada me he encontrado al grupo habitual de artistas callejeros, tipos de medio pelo disfrazados con muy poca gracia. Pasan el rato subidos en una peana y animando a la gente a echar un donativo. El periódico local informaba estos días que están “contratados” por una mafia rumana y que todas las mañanas a las 9:30 hacen cola en el banco de la estación central para transferir a los capos la mayor parte del botín.
Para evitar que las hordas enloquecidas me arruinaran el día, me he refugiado en el Lichtenberg, un bar que me encanta. La recomendación del día era rollo de patata con col gratinado y acompañado de ensalada de invierno. Aunque lo de “invierno” no lo he llegado a entender, estaba buenísimo. El local y la comida son totalmente recomendables, además el personal es encantador y no muerde nunca, lo que es de agradecer en estos tiempos que corren. Si probáis, ya me contaréis.