Bajo el lema “El futuro necesita formación”, el ministerio de trabajo de Renania del Norte- Westfalia (NRW) lleva desde el año 2007, asignando parte del fondo social europeo a la formación continuada de sus empleados.
Para acceder a la ayuda económica, hay que ser trabajador autónomo o pertenecer a una empresa de la región. Con este proyecto se pretende mejorar la formación y las oportunidades laborales, evitar que el trabajador se quede anclado y sin recursos en una estructura obsoleta.
La campaña de divulgación funciona con eficiencia alemana y en todos los centros de estudios te informan de que tu factura puede verse reducida sustancialmente si solicitas uno de estos cheques que cubre el 50% del importe del curso con una cantidad límite de 500 euros.
Cuando me lo dijo mi profesora de inglés, una británica muy resabida, pensé que aquello debía tener gato encerrado y pensé en un largo y aburrido trámite burocrático que al final me haría renunciar a la idea.
Llamé solicitando información y me dieron cita, una cita para la que debía esperar tres semanas y la verdad, no me pareció el comienzo de una bonita amistad. Me preguntó al teléfono qué es lo que quería hacer y dónde y me recordó que no podía inscribirme en el curso antes de hacer la solicitud. No lo olvide, si no perderá la oportunidad, repitió.
En esas tres semanas pensé varias veces en cancelar la cita, pero no lo hice y mi paciencia se vio recompensada.
Cuando llegué al edificio administrativo y caminé por esos largos pasillos impolutos llenos de despachos cerrados, me dije que jamás aceptaría un trabajo en un lugar como aquel y no sé por qué, pensé en Kafka y en algunos de sus interminables y laberínticos pasillos de ficción.
Pero cuando traspasé la puerta, la luz caía a raudales sobre la mesa y el despacho me pareció un oasis en medio de aquel desierto. Allí me esperaba una señora simpática y rechoncha con un peinado corto imposible, que me impedía todo el tiempo concentrarme en la entrevista.
- ¿Me muestra su pasaporte por favor?, dijo alargando la mano.
Lo dejé en la mesa llena de vanidad, sabiendo que le extendía el documento con más sellos y visados con el que se habría topado hasta la fecha. Vaya, dijo sonriendo, aquí tiene usted más de una historia.
- ¿Ha hecho alguna formación en los últimos dos años?.
- No, le dije, llevo apenas un año y medio de regreso en el país.
- ¿Ha traído el presupuesto del centro donde va a estudiar?
- Le extendí la oferta, con la esperanza de que no le sacara peros.
En un minuto había metido todos los datos en su ordenador y había impreso un certificado a mi nombre por un importe máximo de 500 euros a canjear en las próximas semanas. Le dejo también una lista de centros alternativos, dijo, por si le resulta muy cara la oferta que ya le han hecho.
Se levantó, me dio la mano y nos despedimos con un intercambio de sonrisas.
Salí de nuevo a aquel pasillo inhóspito, cerrando la puerta tras de mí. Miré el documento y no lo podía creer. Dos minutos habían tardado en financiar mi educación, ¡dos minutos!.
Me pareció como si tuviera un socio, un socio con capital y visión. ¡Qué suerte!
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