lunes, 5 de septiembre de 2011

Alemania y su empeño por lo sano


Alemania es uno de los países que más se preocupa por lo que come y emplea por eso buena parte del tiempo y aparentemente del dinero para hurgar hasta el fondo en aquello que pasará por sus bocas.

El tándem salud-nutrición despierta tanto interés que se ha convertido en tema estrella de algunos programas de televisión. En estos programas se oyen opiniones para todos los gustos y muchas de ellas encontradas, así que si uno es un poco influenciable o aprensivo, lo pasará mal, porque ya no sabrá lo que debe o no comer.

Y aunque tengo que reconocer que me intereso por la alimentación sana, estos debates me han llevado a la conclusión de que lo mejor es comer lo que a uno le de la gana, sin preguntarse cada día si la lechuga estará fumigada, el pollo tendrá hormonas o si los lácteos serán realmente sanos.

Que tanta divulgación televisiva y obsesión por lo sano afecta a la sociedad, me resultó claro hace un par de semanas mientras contemplaba absorta varias clases de fresas, preguntándome cual de ellas serían las más dulces.

Me sacó del ensimismamiento una vocecilla a mi espalda que me decía - disculpe, ¿de dónde son las fresas?. Me di la vuelta y me encontré con una viejecilla algo encorvada pero con pinta de gozar de muy buena salud.

- Son del país, le dije. Se agachó sobre el cesto, hizo una breve inspección y me dijo como confiándome un secreto: yo ya no compro nada que sea de Alemania.

Me quedé perpleja. Teniendo en cuenta que ella misma era alemana y que estábamos en el país de los controles sanitarios, no entendía por dónde iba semejante afirmación. Si no compraba productos alemanes, mucho menos iba a comprar turcos, holandeses o españoles.

Antes cultivábamos la huerta con mucho mimo, dijo, las frutas, las verduras, todo crecía en la tierra sin químicos, protegíamos los árboles de los insectos, los cuidábamos, hoy en día uno no sabe de lo que es capaz un agricultor para tener una buena cosecha.

Pero las fresas son orgánicas, le dije para tranquilizarla.

¿Orgánicas? me contestó riéndose. Eso de orgánico es una trampa, no hay nada orgánico desde el momento en que unos alimentos entran en contacto con otros, todos se contaminan. La teoría me pareció razonable y no pude evitar mirar las fresas con disgusto.

Y así siguió durante un buen rato, pasando revista a las lechugas y tomates, a plátanos y manzanas, a la coliflor, a todo lo que tenía a la vista. Estuve a punto de perder el conocimiento por esa amenazadora nube tóxica, sin embargo aproveché que otra persona se incorporó a la charla para escapar.

Pasé de largo con el carro vacío, me faltó la inspiración para comprar verdura. Llegué a los lácteos y me acerqué al yogurt. Elegí sin mirar, nada de inspeccionar las calorías, el porcentaje de grasa, los edulcorantes o acidulantes, o si los envases eran amigables o no, elegí con rebeldía el primero que me gustó.

Y salí como alma que lleva el diablo, y además salí sin fresas y eso, eso os juro que no me lo perdono.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cierto es que en el tema Bio hay muchas opiniones opuestas. Aunque por mi parte suelo mirar algunas veces las composiciones del pan. Porque no es normal las cantidades de azúcar que algunos llevan.
Pero casi que le doy a la viejecita la razón.
Muchas veces hay que aplicar el dicho popular " lo que no mata, engorda"
Muchos saludos desde un pueblo cercano a Köln.

Celia Ruiz dijo...

Hola Anónimo,

yo también suelo mirar las composiciones y a veces se me quitan las ganas de comprar, el otro día oí que había yogures que tenían extracto de pimiento rojo para dar color...no es muy apetecible.

Y el pan, tiene azúcar? no se me hubiera ocurrido. Mejor no seguimos...

Saludos

Miércoles dijo...

Lo de las fresas es querer amargarse, con lo fáciles que son de criar. Aquí en Escocia las tengo en el balcón. Sin pesticidas ni abonos (por pereza no los echo) y crecen como mala hierba.

En cuanto a la moda de rechazar que se echen "productos químicos" a los cultivos, me parece como volver a la Edad Media. Se ha demostrado repetidamente que los productos orgánicos (en España creo que los llaman "bio") no tienen ningún efecto beneficioso adicional para la salud humana. Pesticidas y abonos no han surgido por generación espontánea, sino durante décadas y décadas de observación y desarrollo.